Por Blanca Lila Gayoso | ABC Color
Hay historias de vidas que merecen ser contadas. Personas que pasan por este mundo, entregando toda su energía por una vocación sagrada nunca desmentida. Dejan sus huellas imborrables, por donde transitarán futuras generaciones. Marcan los rumbos luminosos por donde niños y jóvenes descubrirán sus propios talentos, a través del arte, las ciencias o las letras. Siempre estudiando, siempre creciendo. Una de esas personas es doña Nidia Sanabria de Romero, maestra de la vida y de corazón.
Nació en Carapeguá el 2 de agosto de 1928. Siendo adolescente, se trasladó a Asunción con su madre y sus hermanas para seguir sus estudios de magisterio. Fue alumna del Colegio María Auxiliadora y concluyó su carrera de docente en el Normal Nº 1, Presidente Franco. A los 19 años abrazó con pasión esa tarea que ejerció a lo largo de su fecunda existencia. En su ciudad natal, Carapeguá, fue directora de la escuela “Mariscal Estigarribia” siendo jovencita y recién casada con el artista Aníbal Romero. Tiempo después viajaron a Encarnación, donde trabajó como docente e impulsó varios proyectos a favor de la comunidad, como la creación de la escuela taller “San Roque González de Santa Cruz”, con el inolvidable padre Carlos Winkel. Al mismo tiempo, organizaba representaciones de obras teatrales en puntos cercanos a Encarnación. Dos hijos, Aníbal y Eddy Beatriz, nacieron en la Perla del Sur.
Posteriormente, allá por 1961, después de permanecer 12 años en Encarnación, regresan a la capital del país, donde les esperaban muchas tareas. La profesora Nidia comenzó a enseñar literatura y castellano en el Nacional de Niñas, Comercio Nº 1, colegio Cristo Rey y Dante Alighieri. El 12 de octubre de 1972 fundó el Taller Artístico Literario para iniciar a niños en el arte, la literatura y el teatro. Después, nació la escuela y el colegio Iberoamericano, que hoy es una de las universidades más prestigiosas de nuestro medio.
Nidia Sanabria de Romero integró el elenco del Ateneo Paraguayo, bajo la dirección de don Fernando Oca del Valle. Allí conoció a grandes figuras como Nelly Prono, Ernesto Báez, Emigdia Reisofer, Azucena Zelaya, Carlos Gómez, César de Brix y tantos otros, con los que mantuvo amistad toda la vida. Pero el hecho más importante, sin dudas, fue que en el teatro y en el elenco del Ateneo conoció a su esposo, Aníbal Romero. El matrimonio duró 56 años, hasta la muerte de don Aníbal, el 30 de julio del 2006. Tuvieron cuatro hijos; la profesora María Nidia Romero, fallecida trágicamente en un accidente, y Eddy Beatriz, que murió siendo pequeña. Los otros descendientes, los doctores Aníbal y Sanie de Velázquez, están al frente de la Universidad Iberoamericana.
La multifacética Nidia Sanabria de Romero escribió muchas obras. Para los pequeños, hizo “Tardecitas con alas”, “La mariposita inglesa” y “Ronda de cuentos”. Tiene un poemario “Cascada de sueños” y su autobiografía titulada: “Memorias de una maestra, una vocación nunca desmentida”, escrita en 2006.
Gracias a su labor de escritora, fue muy cercana a Augusto Roa Bastos, Hérib Campos Cervera, Josefina Plá, Elvio Romero, José Asunción Flores, Manuel E. B. Argüello, Néstor Romero Valdovinos, Rubén Bareiro Saguier y María Luisa Artecona de Thompson. Con esta última, realizó varios viajes y organizó la Asociación de Literatura Infanto-Juvenil, integrada por Ely Vera de Mercado, Teresa Encina de Miranda, María Covadonga García, María Luisa Artecona de Thompson, Nidia Sanabria y Gladys Carmagnola. Juntas, lanzaron libros y realizaron ferias y lecturas en las plazas.
En breves líneas, es imposible escribir todo el trabajo realizado por esta increíble mujer. Actriz, poetisa, escritora, promotora cultural, madre, esposa, hermana y amiga. Como maestra de la vida, aprendió y enseñó mucho. Con el rigor y la dulzura, los dos ingredientes esenciales de una buena educación, según ella misma. Fue testigo y protagonista en tiempos difíciles para la mujer. Sobresalió por su talento y carisma, por su fe y ganas de crecer. Lloró la pérdida de sus dos hijas, pero siguió sembrando semillas de esperanzas. Siempre creyó en las potencialidades de niños y jóvenes. Con su espíritu dadivoso, ayudó a mucha gente a salir adelante. De aquel taller de niños, creado hace 42 años, ha surgido una Universidad destacada. Los sueños de doña Nidia fueron cumplidos y sus hijos y nietos trabajarán por “una mentalidad nueva para un mundo mejor”, como reza el eslogan de la institución.